Todas las entradas de: Tania Lezcano

¡Idiota!

Hombre. Mujer. Mujer. Hombre. Mujer. Mujer. Hombre. Hombre. Dos pieles que se rozan. Se acarician. Disfrutan bajo una misma sábana. Se encogen sus corazones bajo el calor de un beso. Tiemblan sus cuerpos al ver a otra persona. Sufren al verse humillados. En ocasiones se avergüenzan de sentir. Se avergüenzan de vivir. Porque no se les acepta. Porque se les mira mal. ¿Por qué, si ellos sienten igual? Sienten lo mismo, pero no por la misma persona. En contra de las normas sociales. En contra de todo.

¿Qué importa el sexo cuando se ama realmente? ¿Qué más da si una mujer ama a otra mujer o un hombre ama a otro hombre? ¿Acaso sucede algo cuando un hombre ama a una mujer o una mujer ama a un hombre? ¿Acaso sucede algo cuando yo te amo a ti, que eres un hombre? No. ¿Sucedería algo si yo amara a otra mujer? Sí. ¿Por qué? No lo sé. Por ser rebelde. Por oponerme a las normas. ¿Qué normas? Las impuestas. ¿Qué? ¡Estúpidas normas! Las normas las marca mi corazón, no un papel. No, no están sobre papel. ¿Entonces? ¿Qué clase de normas son si no aparecen escritas? Son normas sociales. ¿Qué tontería es esa? Las normas las marco yo. Si yo quiero amar a un hombre, como a ti, soy libre de hacerlo. Si ella quiere amarme a mí, es libre de hacerlo. Si él quiere amarte a ti, es libre de hacerlo. La correspondencia no es obligatoria. Sufren. Todos sufrimos. Pero no hablemos de normas.

Piensan, luego existen. Sienten, luego viven. Sufren, luego son humanos. ¿Humillarles? ¿Por qué? ¡Qué ridiculez! Humillaré yo a quien les humille a ellos. ¿Que cómo le humillaré? Diciendo que él es el imbécil. Que no hay diferencias. Que él es el marginado por discriminar sin razón. ¡Idiota!

Foto: «Chueca (Madrid)», por Las Heras

Tu tren

Aún aquí sentada. Aún sigo aquí sentada. Mirando hacia el horizonte. Ese horizonte. En la vía del tren. Aquel tren del que me apeé y en el cual te dejé. Tú continuaste. Yo no. Yo bajé. Nos despedimos. Eran caminos diferentes. No te convenía. No me convenías. Y me bajé. Te di un beso. Y me bajé.

Aún no sé porqué. Fue tan dulce el viaje. Fue tan agradable estar a tu lado. Sólo unos segundos. Pero fue tan bonito. Pero me bajé. Me obligaste a bajar. No querías que siguiera tu camino. Dijiste que debía tomar otro tren. Otro cuyo destino fueran la sabiduría y el éxito. Tú no bajaste conmigo. Me abandonaste.

Y ahora sigo aquí. Sentada en la vía del tren, en el punto exacto donde me dejaste. Miro el interior de cada tren. ¡En alguno has de ir tú! Y me subiré. Me subiré en el mismo. Y te besaré. Y volveré a abrazarte. ¿Y tú? ¿Qué pasa contigo? ¿No volverás a pasar por aquí? Aquí sigo, has de saberlo. Esperando un tren. Esperando el tren correcto. Esperando tu tren.


Foto:
«Nacho», por Las Heras

Sentimientos

Sentimientos que resurgen. Sentimientos que desaparecen. Sentimientos que corren, saltan, nadan, duermen y explotan. El dolor se desvanece y aparece la locura. Las nubes que cubren mi cielo se descargan poco a poco. Llovizna. Llueve. Y aparece el arcoiris. Los sentimientos se van con las nubes. Les piden permiso. Quieren huir. Sólo se quedan conmigo unos pocos. Se aclara el día. Crece la hierba. Resurgen los colores de la madre naturaleza.

Pérdidas que dejo de lamentar y acaricio otras nuevas. Llegadas inesperadas que me producen demencia. Sí. Es tu ausencia. Porque el olor a tu lluvia inunda mis pulmones. Sonrío. Sí. Moriría tan a gusto ahogada por tu agua. Mas deja de llover. El arcoiris regresa. Y salto. Salto. Me pierdo en la hierba. Me tumbo. Ruedo. Giro. Y río.

Los sentimientos se fueron con las nubes. Me abandonaron. Ahora sólo me queda un beso. El primer beso. Los sentimientos se fueron. Se ven nubes a lo lejos. No son negras, no, qué va. Son verdes. Verdes de esperanza. Verdes. Nubes verdes. Nubes. Sentimientos. Los sentimientos van unidos a las nubes. Aquellos sentimientos huyeron al lado de las nubes negras. Pero ahora vienen nubes verdes de esperanza. ¿Sentimientos? Quizá. Sentimientos de esperanza. No lo sé. Sentimientos. Nubes. Verdes. No lo sé. Sentimientos. No lo sé. Quizá. Tal vez.



Foto:
«Copa», por Las Heras

Terrible pecado

Terrible pecado permanecer a tu lado. Más terrible aún resulta besar tus labios. Y si de pecar hablamos, ni que decir tiene lo que es amarte tanto. Pero nunca tuve miedo a los pecados. Nunca me aterrorizó la idea de arder en el infierno. Al contrario, si a algo tengo miedo es a la paz eterna. Por eso quizá osé acercarme a ti. Y tú a mí.

Porque tu cuerpo es fuego del mismo averno, porque tus labios me arrastran a pecar en el infierno. Es un pecado sin perdón, no existe cura alguna. Pero me da igual. Es tan dulce tu veneno que me niego a renunciar a él, pues alimenta mis venas. El dolor se fue hace mucho, sólo me quedan las ganas de pecar en tu boca y en tu cuerpo.

Sí, eres un terrible pecado. Me arrastrarás hasta el infierno tan sólo para disfrutar. Y yo accederé. Y arderé en tus besos, y perderé la conciencia. Y saltaré entre las llamas del infierno como un niño que salta en su cama. Y de nuevo beberé tu veneno. Y tus recuerdos atracarán en mi mente. Tan sólo sanos recuerdos. No quiero el dolor ni el sufrimiento. Sólo buenos recuerdos que servirán de pie a nuevos momentos. Sólo eso. Nada más.

Descender al infierno. Sí. Quiero descender al infierno. Siempre descender. Siempre. Descender. Tú calmarás a Cancerbero. Nos evadirás de él. Al fin y al cabo, no es más que un perrito. Sí. Descenderé al averno. Quiero pecar. Sí. Quiero quemarme en el infierno. Sí. Quiero cometer tu pecado. Tu terrible pecado.


Foto:
«Momento», por Caótica, que a partir de ahora pasa a llamarse Las Heras

Amistad

Cuando llueve. Cuando sale el sol. Cuando las hierbas se secan y la tierra se resquebraja. Cuando renacen los campos y el agua vuelve a su cauce. Cuando sus besos se escapan y cuando regresan. Cuando él desaparece. Y vosotros no. Cuando corremos para refugiarnos de la lluvia. Cuando salimos para tomar el sol. Cuando nos quemamos. Cuando nos mojamos.

Cuando saltamos para tocar el cielo. Cuando nos agachamos para desear el infierno. Cuando la mala suerte se apodera de nosotros y corremos en busca de un pedazo de esperanza perdido en una tierra habitada por seres reales que viven de fantasías, por seres preocupados por su vida, pero preocupados aún más por la nuestra. Esa tierra tiene un nombre mágico. Un nombre que se pronuncia con una vocal abierta, seguida por una nasal, una vocal sonriente, una alveolar, seguida por una dental con una vocal abierta y una dental nueva y suave: AMISTAD.

Cuando el corazón se rompe lo encajáis de nuevo como un puzzle. Cuando los ojos se inundan y el infierno nos invita, vamos juntos. Y una mano resurge desde arriba, inmune a toda llama, y nos agarra. Y nos saca de allí. Y el día se aclara. Y el abismo desaparece. Y estáis ahí. Y sois vosotros. Y saltáis conmigo. Y os miro. Y sois vosotros.

Foto: «Riiiiiing», por Caótica

Tanto esperar

Tanto esperar sin obtener a cambio. Tanto dudar sin escuchar respuestas. Tanto saltar sin un colchón en que caer. Tanto arriesgar sin llevar arnés. Tanto besar sin mezclar salivas. Tanto dolor sin que nadie lo calme. Necesito descansar. Tantas cosas me suceden en tan poco tiempo que necesito que alguien me escuche.

Tanto esperar para llegar a esto. Tanto dudar para que sea cierto. Tanto saltar para que tú me cojas. Tanto arriesgar para que tú me agarres. Tanto besar para que tú regreses. Tanto dolor para que desaparezca. Necesito descansar. Tantas cosas me suceden en tan poco tiempo que necesito que tú me escuches.

Y ya lo hiciste. Y hablamos. Y lo solucionamos. Tanto desearte para querernos tan sólo para gozo. ¡Qué alegría! Y lo hablamos. Y me dijiste lo que sucedía. Intentabas protegerme. Pensabas de mí algo que no era cierto. Todo el mundo lo piensa y yo siempre me defiendo diciendo que no es cierto. Porque no lo es. Y ayer te lo dije. Y te reíste. «Si es así no hay problema» dijiste. Y si te veo te beso. Y si me ves me besas. Y si nos vemos nos besamos. Y disfrutamos. Porque es así. Nada más puede pasar y, como ya te confesé, aunque pudiera, yo no querría. Sin embargo, tú sí querrías. Me dijiste por fin que me querías, pero si no puede ser, mejor tragárselo, ¿no?

Yo te quiero, tú lo sabes. Mas no como tú pensabas. Mas no como todos piensan. Tanto no. Cierto es que lo pasé mal. Más cierto aún que sufrí. Pero sufría porque desaparecías. Sufría porque no sabía lo que tú pensabas. Ahora ya está. Sé lo que sientes. Sé lo que piensas. Sé lo que siento. Y sé lo que pienso. No hay más.

Ningún lazo que nos ate. Ningún yugo que nos ahogue. Ningún amor que nos arrebate la libertad. Si algo hay que nos unió tanto tiempo, creo eso fue la amistad. Demostraste una vez más que me apreciabas también. Mas no quiero más lazos. Quiero sentirte cerca, pero no atado. Quiero besarte cuando te vea, pero no sufrir cuando estemos alejados. Lo lograremos. Sé que sí. Lo lograremos. Sí.

Foto: «Cuéntame», por Caótica

Poco a poco

Poco a poco observando. Poco a poco alejándome. Poco a poco me desintegro, me deshago en cenizas que vuelan por los montes. Desaparezco del mundo, me alejo más y más de ti. Poco a poco te voy perdiendo, y no me doy cuenta. Poco a poco te desvaneces de mis pensamientos, desapareces de mi vida. Tan poco a poco que apenas lo percibo. Como un árbol que va perdiendo sus hojas, no lo siento, pero al final me encuentro desnuda ante nadie, porque ya te has ido.

Poco a poco reviento al sentir la soledad. Poco a poco respiro cuando vuelvo a suspirar. Poco a poco mi vida va perdiendo sentido, pero hasta ahora no me di cuenta. Pensé que podría seguir, que mi vida no estaba atada, que sola nadie me dañaría, que podría seguir. Y, sin embargo, me encuentro sola, en una playa desierta, donde nadie chapotea, donde nadie dice nada, donde no hay nadie.

Poco a poco me di cuenta de que estabas junto a mí, aunque estuvieras lejos. No te quise sentir cerca, pensé que no era así y te fui perdiendo poco a poco. El precioso amanecer de una esperanza. La delirante agonía de haberte tenido, y nada será igual. Te fui perdiendo y te perdí. Ojalá pudiera dar marcha atrás y elegir otro camino. Pero no puedo. He de seguir por mi propio camino. He de aceptar que te he perdido. Que no volveré a tenerte y que me has olvidado. No te culpo. El destino así lo quiso. Y así lo hizo. Poco a poco te fui perdiendo. Poco a poco te olvidé. Poco a poco me di cuenta de que no te necesitaba. Poco a poco fui echando de más todo lo que me dijiste. Dejó de significar algo para mí. Poco a poco te olvidé.


Foto:
«Desenfocado», por Caótica

Caminando

Caminando. Caminando y observando. La gente. El olor. El ambiente. El humo. La polución. Los ojos. Los cuerpos. La velocidad. Los caminos. Observando a mi alrededor. Nunca me había detenido y mirado a los demás. Y aun así estoy sola. Tanta gente, tantas personas, y cada una con múltiples historias que contar. Y no las escuchamos. Cada una es un mundo. Hasta es posible que en un futuro las conozca y se introduzcan en mi vida, dejando una huella más o menos grande, y quizá también un corazón lleno de vida o puede que herido.

Caminando y observando. El ruido. Las sonrisas. Las miradas. Los colores. Las verdades. Las mentiras. El dolor y la alegría. Tantos caminos que escoger y tan poco tiempo para recorrerlos. O me equivoco o acierto, pero siempre me pregunto qué habría sucedido si hubiera elegido el contrario. Tantas palabras que pronunciar y tan poco atrevimiento para hacerlo. Tantas cosas buenas que hacer y tan pocas veces nos decidimos por ellas. Tantas miradas y sonrisas lanzadas y tan poca facilidad para interpretarlas. Tanto dolor para tan poco gozo.

Caminando y observando. Que aunque me sienta sola, no soy la única. Tanta gente perdida en la gran ciudad, durmiendo en la calle. Tantas personas con hogar y, sin embargo, perdidas en su propia mente, en su propio corazón. Tanta tristeza que se introduce en nuestros cuerpos, asesinando a la alegría. Tanta esperanza triturada en la batidora de la resignación. Tanta tontería…

A veces quisiera subir a un acantilado y gritar que estoy viva. Que no todo el mundo puede decir lo mismo. Que sufro, sí, pero también como, bebo, duermo, tengo amigos y familia. ¿Para qué más? Como me dijo un sabio de la calle: Todo llega, y si aún no lo ha hecho, será por algo. Todo llega, y tenemos toda la vida para esperar. Y si no llega, ¿qué más da? Existen otros caminos para compensar.
Que la vida está para vivirla y no para limitarla. Tira por la borda los horarios y las prisas y vive, que no sabes si mañana estarás igual que hoy. Yo estoy viva, y eso ya es mucho.

Foto: «Destinos», por Caótica

El final

Hoy he sentido el frío aliento de la muerte tras mi nuca. Una suave brisa que me ha puesto los pelos de punta. Sí, estoy sintiéndolo de nuevo. La muerte me ha tocado, me está susurrando que desaparecerás en breve de mis pensamientos. La muerte de un amor frustrado, sí. Un amor correspondido pero imposible. Duele, claro que duele. Pero creo que se acabó.

De nuevo estuve. De nuevo te vi. De nuevo me hablaste, pero nada más. Apenas compartimos momentos. Apenas pude preguntarte cómo te va todo. Apenas… Hasta hubo el momento oportuno del que tantos hablan y casi nadie experimenta. Pues sí en esta ocasión. Hubo un momento para que sucediera. Estábamos solos dentro de un bar, mis amigas más alejadas, y sin embargo nos limitamos a hablar, tanto tú como yo, reprimiendo el deseo de lanzarnos a los labios, demostrándolo tan solo mirándonos fijamente a la boca, ¿verdad? Y perdiendo el hilo de la conversación también. Lo noté, lo notaste, pero sencillamente no pasó. Supongo que no tenía que pasar. Tú estabas muy cansado y una persona muy allegada a mí se encontraba cerca. Sí, quizá no era la situación ideal, pero nadie nos veía. Aunque yo pienso que todo sucede o no sucede por algo. Aquella vez ocurrió porque tenía que ocurrir; y ahora no ha sucedido porque, simplemente, no debía suceder.

Pero aun así, yo no podía evitar posarme espiritualmente en el rojo de tus labios mientras tú los movías con salero recordando aquella vez. Yo te escuchaba, recordaba, sonreía y, lo que es mejor, revivía. Pero no pasó. Así que, tras esta última experiencia, tengo el presentimiento de que lo que siento yo por ti va a morir, pues la misma muerte me lo ha susurrado hoy al oído. Supongo que es algo bueno. Supongo que significa mi libertad.

Rimas I

Sentidos que llegan a mi corazón,
y todo continúa girando a mi alrededor.
Mas yo pienso que es tan solo tu recuerdo
pero veo que el ardor que siento dentro no es solo eso,
no, es más que eso, es verdadero,
no es ningún juego, es amor y solo eso.

Porque gris el cielo no se vuelve
si no es por las nubes,
porque el verde de la hierba
con mucha agua se consigue,
porque si tu corazón ha dejado de latir,
mejor será que me aleje de aquí,
que desaparezca y deje de sufrir,
pues si el amor es ternura,
yo no sé qué me pudo ocurrir.

Largos caminos se pierden en el lejano horizonte,
otros nuevos aparecen al llegar la medianoche,
el rugir de cada ola,
el suspiro de dos bocas
en un jardín de amapolas,
que juguetean ardientes,
pegadas las dos personas.

Mas la envidia del destino los separa,
el muy mezquino, los aleja de sí mismos,
dejándolos sin sentido de un fino hilo tendidos,
sin responder las preguntas que ellos hacen entre llantos,
de porqué se les aleja si aún están enamorados,
de porqué se les separa, de porqué vivir no pueden,
si ellos nunca han hecho daño, si no provocan engaños,
porqué a través de los años conseguirá el ruin destino
que ninguno lo recuerde, que ninguno aquello extrañe,
que estén siempre condenados,
que yazcan abandonados en un terreno desnudo,
sin más amparo que el dolor de no tenerse,
de haberse perdido antaño,
de aún sentirse vinculados,
de lamentar no tener sus corazones atados,
el amor como candado
y el sentido común y la razón sencillamente…
abandonados.