El momento en que una daga me atraviesa el corazón,
la luz del día se escapa y se esconde la razón.
¡Si supiera dónde estás o dónde estarás mañana!
¡Si pudiera trepar como si fuera una araña!
Te llamé, no te llamé, a un número ocupado,
me quité, no me quité de la diana de estos dardos.
En mí se clavan, desgarrándome por dentro,
yo grito, pero te fuiste hace tiempo.
Y no volverás, deduzco, ahora es definitivo,
y me pierdo en el olvido de tu recuerdo perdido.
Tus besos aún me provocan, me derriten ante ti,
pero te fuiste, y el tiempo se ha parado para mí.
¡Ojalá existiera un antídoto! ¡Ojalá otros venenos!
¡Ojalá pudiera olvidarte y ya no echarte de menos!
¿Y por qué soy tan idiota y me resigno así?
¿Por qué rechazo mi vida si tú no estás aquí?
No quiero encontrar fortunas que me devuelvan la vida,
no quiero besos ajenos que me llenen de alegría,
no quiero quimeras sueltas que me ilusionen un día,
no quiero vida sin ti, pues eso ya no es mi vida.
Quiero que truene hoy el cielo, que retumbe con tormenta,
quiero que las amapolas den un grito de sorpresa,
quiero que tu boca hable, tras tanto tiempo presa,
quiero que digas «te quiero»… y dejaré que me tengas.
Foto: «Movimiento», por Las Heras