¡Quién fuera lluvia!

Mojado

¡Ay, quién fuera lluvia a estas horas! Noche oscura y silenciosa. Melancolía que recorre mi cuerpo. ¡Quién fuera lluvia! Para ir mojada a todas partes, no necesitar secarme, renovarme y renovarme con agua nueva. Y después morir de un golpe contra el frío y duro suelo de asfalto. ¡Quién fuera lluvia! Y la noche no me regala ninguna sonrisa. Me asomo por la ventana y tan solo entra tristeza. De nuevo el mendigo de todos los días durmiendo en el frío banco de madera mientras llueve. De nuevo ese perro sin dueño deambulando en busca de una caricia. Mojado. Y de nuevo yo aquí. Igual que el mendigo. Igual que el perro. Y la noche me cubre con su negro manto de tela vieja y sucia. Y yo intento huir. Pero no puedo. No hay lugar donde la noche no llegue.

Cubierta por el manto, ahogada en su lamento, mi vida busca un sentido, un destino. ¿Por qué a pesar de las luces de esta ciudad tan grande, no veo más que el oscuro rincón en el que me abandonaste? ¿Por qué no logro entender tus razones, y tú no intentas unir nuestros corazones? ¿Por qué huyes? ¿De qué huyes? El destino me olvidó, el olvido me dejó, y el amor se evaporó. ¡Quién fuera lluvia! Para cobijarme en las alcantarillas, bajo tierra, lejos de esta vida tan artificial. Todo está planeado. Todo está razonado y todo está clasificado. ¿Por qué debo hacer algo que no quiero? ¿Por qué no puedo hacer algo que realmente quiero? ¿No sería mejor vivir de los instintos? ¿Para qué tanta sofisticación si moriremos igual que perros y la peor de las ratas?

¡Quién fuera lluvia! Para anunciar un buen tiempo tras esta terrible tormenta. Para poblar de esperanzas esta alma tan podrida. Para saber que tras el agua vendrá el sol y hará florecer en mí la primavera.
¡Quién fuera lluvia! Para acariciar tu pelo y deslizarme por tus mejillas…

Foto: «Mojado», por Las Heras