Un trozo de tela

Millones mueren de hambre en Somalia
y también el pueblo yemení,
la guerra arrasa Siria,
la represión hunde Haití.
La ignorancia vence a Europa
y nos quedamos así,
bostezando sin fin,
mientras un trozo de tela se restriega por el país.

Una bandera raída y descosida,
agria y revenida.
Dicen que somos mejores
por nacer donde nacimos,
y yo no recuerdo el momento
en que firmé el papel divino
en el que accedí a nacer
en este punto bendito.

Rompen la tierra construyendo
una vergüenza de acero,
dotándola de garras
desgarradoras de cuerpos
cuando la supervivencia
escapa del infierno
e intenta cruzar un mar lleno de muertos.
Y dicen que somos buenos…

Expulsan a los pueblos de sus tierras a fuego
y las ocupan, destruyen
y construyen algo nuevo.
Si acaso: «Somos buenos,
venimos a sacaros del infierno,
nosotros tenemos la llave,
pues nosotros fuimos
quienes en el infierno os metieron.

Podéis quedaros en la tierra de vuestros abuelos,
pero trabajaréis
para vuestros carceleros.
Fabricaréis ropa, excavaréis minas
y os romperéis el pescuezo
trabajando apenas por miseria de dinero,
y seréis nuestros esclavos para siempre,
lo sabemos».

Y nos ponen una tela ante los ojos
y gritamos.
Y nos hablan de fronteras
y símbolos sagrados
y los tragamos,
así como a los muertos desgraciados,
los engullimos y nos atragantamos
con nuestra propia hipocresía y descaro.

¡Nunca la libertad vale tan poco
como cuando es mencionada
junto a patrias, himnos
y banderas de trapo!
Esas banderas raídas y descosidas,
agrias y revenidas
que destruyen lo poco de humanos
que nos creamos.