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En medio de este genocidio, inconscientemente volvemos a buscar la luz. Algunas personas como mi amiga Roaa se encuentran a sí mismas mirando las estrellas a pesar de que nuestro cielo está lleno de aviones de guerra y drones que siempre parecen estar listos para bombardearnos.

Si hay algo que llama la atención sobre algunos testimonios que llegan desde Gaza es la esperanza en medio de la desesperanza, en los momentos más oscuros, como ya pudimos ver en la historia de Wejdan Wajdy Abu Shammala. Existe una palabra palestina que hace referencia a esa resistencia tanto activa como pasiva ante la ocupación israelí, una palabra que surgió tras la Guerra de los Seis Días, en 1967: sumud. El sumud es un valor cultural y una estrategia política que impregna incluso el día a día del pueblo palestino. Es la capacidad de luchar con la ocupación tanto activamente (por ejemplo, construyendo instituciones alternativas) como pasivamente (permaneciendo en su tierra, donde el símbolo del olivo es de vital importancia). En el día a día, el hecho de disfrutar de las pequeñas cosas forma también parte del sumud.

El artículo de hoy para Voces palestinas está impregnado de sumud. Tala Albanna nació y creció en Gaza. Es estudiante de Derecho, escritora y activista por los derechos humanos y el medio ambiente. Como explica en We Are Not Numbers, «tiene una gran pasión por descubrir más sobre el mundo de los animales y la naturaleza en general. Le gusta leer y también bordar (tatreez) como una forma de vincularse con su hogar ancestral en Jaffa». Jaffa fue ocupada por el Irgún y la Haganá, dos grupos paramilitares sionistas y terroristas, en abril de 1948, un mes antes de la autoproclamación del Estado de Israel. Actualmente está anexionada a su Tel Aviv con el nombre de Yafo.

En su testimonio, publicado el pasado 21 de mayo, Tala utiliza una cita de Dostoievski para mostrar su orgullo porque «los habitantes de Gaza perseveran incluso en las peores circunstancias, porque tenemos fe en que el mundo todavía ofrece cosas buenas».

La escritora bordó esta imagen de la estantería que dejó atrás para recordar el calor del hogar. Foto de Tala Albanna

La belleza salvará al mundo

Como escribió Dostoievski en su novela El idiota, «la belleza salvará al mundo», y, como dijo Confucio, «todo tiene su belleza, pero no todos la ven». Sin duda, creo que el pueblo de Gaza vivimos gracias a nuestra capacidad de ver la belleza o, dicho de otra manera, nuestra capacidad de tener fe y esperanza.

La rutina diaria de ir a la escuela y encontrarnos con nuestros amigos, prepararnos para una reunión familiar, oler nuestro perfume favorito en la ropa de los demás, recibir un mensaje de buenos días y comer la comida que ha preparado la abuela —incluso en Gaza, o especialmente en Gaza— son recuerdos. Todos estos detalles anteriores al 7 de octubre son como el sol después de días de lluvia torrencial.

El 1 de octubre

Con mi amigo Ahmad, celebré la primera sesión de nuestro proyecto, Airport Square, el 10 de octubre de 2023. Elegimos este nombre porque habíamos vivido sitiados durante 18 años y no podíamos viajar ni explorar el mundo exterior excepto a través de libros, ya que la mayoría de las veces nos impiden viajar por razones de seguridad. Lo que podíamos tener también estaba restringido: Israel impedía que muchos artículos entraran en Gaza con la excusa del doble uso civil y militar. Y por eso no estamos acostumbrados a elegir; solo tomamos lo que está disponible. Si la ocupación decidía que el plátano tenía que entrar a la franja sin cáscara, entonces comprábamos un plátano pelado.

En la ciudad de Gaza las tiendas, restaurantes y cafés estaban cada vez más abarrotados. En un intento por mejorar nuestra sociedad, instituciones y asociaciones estaban intentando poner en marcha iniciativas que despertaran la conciencia y crearan soluciones. Se suponía que Airport Square sería una de esas iniciativas. Básicamente iba a ser un club de lectura y discusión para jóvenes donde podríamos hablar y abordar los problemas que nos afectan.

Otra preocupación que el proyecto pretendía abordar era nuestra falta de información histórica sobre Palestina, porque nosotros, como pueblo, estábamos agotados ​​de resistir los desafíos diarios de los cortes de electricidad y de encontrar un trabajo que ayudara a la familia a llegar a fin de mes, sin mencionar la búsqueda de nuevas alternativas para atender a las personas más necesitadas. Sobrevivir a la agresión era la prioridad. Descuidamos todos los pilares de la sociedad mientras intentábamos sobrevivir. Como resultado, habíamos perdido toda nuestra energía para aprender, leer y conocernos a nosotros mismos. Y, sin embargo, vivir en una prisión al aire libre nos hizo capaces de adaptarnos a los desafíos más duros. Siempre fuimos capaces de crear alternativas, las cuales odiábamos, pero nunca tuvimos el lujo de poder elegir. Y por eso decidimos crear este proyecto. Pero luego la guerra nos impidió tener más que esa primera reunión.

La escritora (en el medio) con sus hermanos y hermanas. Foto de Tala Albanna

Después del 7 de octubre

En medio de este genocidio, inconscientemente volvemos a buscar la luz. Algunas personas como mi amiga Roaa se encuentran a sí mismas mirando las estrellas a pesar de que nuestro cielo está lleno de aviones de guerra y drones que siempre parecen estar listos para bombardearnos. A otras, como Yara, les resulta sorprendente estar cerca del mar; intentan olvidarse de ese acorazado que caza a cualquier pescador solo para humillarlo. Mohammed me dijo que se siente muy bien al poder ayudar a otras personas durante estos tiempos difíciles. A mí personalmente me encantaría tener agua caliente para ducharme y poder olvidarme de cortar un árbol para hacer leña en lugar de dejarlo en pie para que un pájaro construya su nido en él.

Nos sentimos responsables de proteger la tierra; sabemos exactamente lo que significa para nuestros corazones. Por mi parte, no sé si amo Gaza o a sus habitantes. Solo sé que estoy comprometida a ayudar a la sociedad y me aferro a los detalles más pequeños para mantenerme unida a ella. Por ejemplo, preparar falafel y hummus para el desayuno o decorar los refugios durante el Ramadán. Mi familia solía tomar una taza de café después de comer, así que todavía tratamos de disfrutarlo.

Esperanzas recientes

Durante una semana de negociaciones, muchas manos se levantaron para rezar y los corazones se llenaron de esperanza porque estas atrocidades terminarían pronto. Empezamos a planificar qué llevar con nosotros y qué dejar cuando volviéramos al norte. Mi hermana decidió tirar toda la ropa que había traído durante los días de desplazamiento. Mi padre quería llevarse sacos de harina. Intenté mantenerme firme y me quedé mirándolos mientras hacían sus planes. De la nada, mi hermano nos interrumpió y dijo: «¿Por qué estáis tan emocionados por volver? Solo quedan cenizas».

Pero lo yo que temía se hizo realidad. El 6 de mayo de 2024, las Fuerzas de Ocupación de Israel ordenaron a los residentes y desplazados de Rafah que abandonaran la ciudad inmediatamente. ¿Pero adónde podrían ir? Estaban atrapados. Khan Younis está destruido y el norte de la franja sigue siendo una zona de guerra. Lo que queda es el centro de la franja y es imposible que pueda soportar más desplazados. Ya es bastante difícil ver cómo la gente ha intentado instalar sus tiendas de campaña en la playa o en un acantilado que podría colapsar.

Estoy aterrorizada por el cierre del cruce de Rafah. Muchos pacientes que precisan atención médica están estancados sin tratamiento y muchos estudiantes como yo seguiremos privados de nuestra educación. No es fácil poder permitirse 5.000 dólares para pagar la «tarifa de coordinación» para salir de la franja. Muchas personas se ven obligadas a endeudarse o buscar donaciones. Pero, con el cruce cerrado, ni siquiera tener los fondos es suficiente.

Hubo vítores cuando la gente oyó los rumores de alto el fuego. Sentí como si una brisa fresca recorriera mi cuerpo. Quería creer que era verdad. Teníamos suficiente para estar contentos por el final de esta noche, incluso aunque la luz del sol tarde en brillar. Talía, mi hermana, que apenas tiene dos años, gritaba fuerte mientras bailaba: iba a volver al norte, a sus juguetes. Pero no sé si nuestra casa fue demolida como el resto del barrio. Quizás tenga la oportunidad de leer mis libros por segunda vez, ¿quién sabe?

Artículo original en Nueva Revolución el 29/05/2024.