Tú, mujer

Tú, mujer, que cada noche vives un poco menos. Tú, que cada día sueñas con escapar de su puño de metal. Tú, que cada noche pruebas una y otra vez el frío y férreo sabor del fogón. Tú, mujer, que cada día derramas lágrimas de sangre e intentas evadirte de la realidad. Tú, que deseas cada minuto del día que le haya sucedido algo malo, que no regrese, y cuanto más tarda, ves el cielo cada vez más claro, a pesar de que anochezca.

Tú, mujer, que ya estás cansada de vivir. No. No te confundas. Estás cansada de vivir así, de vivir con miedo, ligada a su voluntad cuando por la noche regresa. Si él quiere, toca hacer el amor. Bueno, así lo llama él. Y si lo prefiere, de nuevo te resignas a sus golpes de puño, que más duelen porque le quieres que por el dolor físico. Al fin y al cabo, las heridas físicas se curan. Y si no, siempre se pueden ocultar con kilos de maquillaje, ¿verdad? Pero todo lo que te dice mientras te golpea no se borrará jamás. Ese maldito cobarde está grabando sus pensamientos de hombre ebrio y pordiosero en la mente de una mujer que triunfaría si lo desease, que podría sonreír una y otra vez al darse cuenta de lo maravilloso que es el amor.

Tú, mujer, ¡despierta! Abre los ojos, sal de esa pesadilla que te abraza una noche y otra también, un día tras otro, minuto tras minuto. Deja atrás ese miedo, sal corriendo, vuelve a sonreír, conoce un nuevo amor, ríe, ¡ríe!

Y si ves que eso no es suficiente, si corre tras de ti a buscarte y “pedirte perdón”, si te acosa, si te amenaza, no lo dudes… ¡AUTODEFENSA, MUJER!

Foto: «Cárcel», por Caótica