La ciudadanía israelí ha saltado ante las últimas noticias que vaticinan un gobierno de coalición caracterizado por un retroceso en derechos sociales.
Hace ya unos años que el clima político y social en Israel no está pasando por su mejor momento. En apenas cuatro años se celebraron cinco elecciones y finalmente ha hecho falta una coalición ultraderechista para que los números cuadren. De hecho, es Benjamín Netanyahu quien ha regresado al poder, a pesar de la acusación de corrupción que pesa sobre él. Además, durante sus últimos doce años como primer ministro, entre 2009 y 2021, se llevaron a cabo algunas de las peores masacres contra la población palestina, aunque este es un aspecto que la sociedad israelí no parece castigar en las urnas, en vista de los resultados.
No obstante, incluso la ciudadanía israelí ha saltado ante las últimas noticias que vaticinan un gobierno de coalición caracterizado por un retroceso en derechos sociales. Hace unos días, una diputada del partido ultranacionalista Sionismo Religioso, Orit Strok, afirmó en una entrevista que «si se le pide a un médico que brinde algún tipo de tratamiento a alguien que viola su fe religiosa, si hay otro médico que puede hacerlo, entonces no se le puede obligar a brindar tratamiento». Las personas homosexuales no tardaron en denunciar sus declaraciones.
Incluso Netanyahu ha condenado sus palabras y ha asegurado que su gobierno no dañará a la ciudadanía israelí: «En el país que voy a liderar no habrá ninguna situación en la que una persona, ya sea árabe, LGBTI, ultraortodoxo o cualquier otra persona, vaya a un hotel y se le niegue la entrada o acuda a un médico y no reciba servicio. Esto no sucedió en mis 15 años como primer ministro y tampoco sucederá ahora».
Pero sus palabras son difíciles de creer, ya que, tras filtrarse a la prensa, él mismo ha confirmado que en el pacto de coalición con Sionismo Religioso sí existe una cláusula que permitiría que los negocios se nieguen a atender a personas LGBTI si va contra sus creencias religiosas. Strok no tardó en responder a las críticas: «El Estado de Israel es el Estado del pueblo judío, un pueblo que entregó su vida por su fe religiosa. Es inaceptable que, habiendo establecido un país después de 2000 años de exilio y de dar la vida por la Torá, este país llame a la fe religiosa “discriminación”».
La contradicción religión-laicismo
La oleada de críticas contra las palabras de Strok causa cierto asombro por su contradicción, teniendo en cuenta que es el argumento oficial de Israel para ocupar los territorios de Palestina. No obstante, tiene sentido. Orit Strok utiliza el argumento bíblico aplicado a la religión, mientras que el relato oficial de Israel lo aplica a la política, independientemente de la religión. No hay que olvidar que el sionismo no es el judaísmo. El sionismo es la ideología política ultranacionalista —y, por ello, racista y supremacista—, pero no necesariamente religiosa. De hecho, el padre del sionismo, Theodor Herzl, contemplaba un estado laico sin influencias de la religión. El hecho de que el partido de Strok se llame Sionismo Religioso indica precisamente este matiz, ya que la base del Estado de Israel es el sionismo secular. Si bien, como de costumbre, se apoya en los textos religiosos para justificar sus actos.
Así, oficialmente Israel es un estado laico, pero en la práctica tiene aspectos que le acercan más a la teocracia. Cualquier persona judía que se traslade allí solo puede obtener la nacionalidad inmediata si practica activamente el judaísmo, aparte de que los criterios utilizados para esta Ley del Retorno son muy controvertidos. Por supuesto, esta ley está vetada al pueblo palestino, cuyas tierras Israel ha ocupado durante 75 años y de donde le ha expulsado, un derecho que sí reconoce la ONU.
Por otra parte, Israel ha gastado ingentes cantidades de dinero para blanquear su imagen en Occidente y para ello ha utilizado al colectivo LGBTI. Durante años se ha mostrado como un paraíso para estas personas en contraste con los países de su alrededor, ya que no son perseguidas y el matrimonio entre personas del mismo sexo está reconocido. Pero hay trampa. En Israel solo las autoridades religiosas pueden oficiar matrimonios y, al igual que ocurre con las demás religiones, el judaísmo condena las relaciones homosexuales. Por lo tanto, en la práctica no es posible casarse, si bien se puede ser pareja de hecho.
También contra las mujeres
Volviendo a la polémica cláusula, Netanyahu añadió que su partido no tiene intención de aplicarla, pero no sería la primera vez que traiciona a su propio pueblo. Es más, en otro giro nada inesperado de los acontecimientos, se ha conocido que el nuevo gobierno, también en su pacto con el partido ultranacionalista, no firmará el Convenio de Estambul, un tratado internacional clave contra la violencia machista, en vigor desde 2014 y firmado por 45 países.
Al parecer, a Sionismo Religioso, que fue la tercera fuerza más votada en las elecciones, le preocupa la cláusula que obliga a dar asilo político a víctimas internacionales de violencia machista. No resulta extraño, dada la xenofobia y la superioridad moral y étnica de la que hacen gala la ultraderecha israelí y también el Likud de Netanyahu.
Artículo original en Nueva Revolución el 05/01/2023.