Contigo de la mano (a mis amigos)

Quiero sentir la brisa del viento acariciando mis mejillas; quiero correr con todas mis fuerzas contigo de la mano. Quiero lanzarme al mar y bucear entre las olas, beber el agua salada y dejarme caer de espaldas sobre una arena profunda y fina; quiero levantar los pies del suelo y dejarme llevar por el viento; quiero que él me arrastre hacia el horizonte, volando, contigo de la mano. Quiero sentir la libertad de no pensar en nada, de disfrutar volando; quiero no ver nada porque mi pelo me cubre la cara; quiero que luego me lo apartes con tus delicadas manos y así poder ver adónde me dirijo; quiero que me abras los ojos, que me ayudes a ver dónde nos lleva el viento, contigo de la mano.

¿Comer? Algún fruto mientras viajamos. ¿Beber? El agua salada del mar. ¿Dormir? Sobre una nube, observando el azul del cielo y mirando hacia abajo, reflexionando sobre el pasado del que nos alejamos, contigo de la mano. ¿Ver? Paisajes paradisíacos que tus palabras me describen, lugares ideales donde todo es perfecto y no te pierdo, donde el doloroso recuerdo no existe y sólo estamos tú y yo, dispuestos a saltar todos los obstáculos, a volar y a soñar con un mundo mejor, con nuestras vidas mejores, contigo de la mano.

Que el rugir de las olas nos despierte, que la suave brisa del sueño nos conduzca de nuevo a imaginar, que la lluvia nos despeje y nos devuelva a la realidad, para que el arcoiris posterior nos vuelva a hundir en el sueño profundo de ser felices. Y que el viento nos lleve consigo, que confiemos en él, que nos lleve adonde no podamos despertar jamás y seamos siempre felices y el sueño nos acurruque entre sus brazos… siempre contigo de la mano.

Que la distancia nunca nos separe; que nuestras almas siempre estén unidas; que cuando tu mente quede en blanco se acuerde de mí; que cuando yo muera tú me agarres la mano y no me sueltes; que cuando vuelva a revivir sea por ti, por el calor de tus abrazos; que cuando viva soñando con un cielo que es en verdad un infierno, tú me abras los ojos, apartando las nubes de algodón que yo veo y me muestres las terribles llamas del verdadero averno; que nunca te pierda y, sobre todo, que nunca me olvides.